LO MEJOR de los dos últimos meses es que una mujer evangelista me limpia la casa y hasta quiere hacerme comidas. Ya no compro libros ni tacones, porque tengo demasiado de lo uno y de lo otro, por lo que consigo sacar un poco de dinero para pagarle los diez euros que me cobra por cada hora. Desde que ha llegado ella mi calidad de vida está mejorando y puedo dedicar todo mi tiempo a pegarle un susto a la literatura.

—¿Pero no dijiste la semana pasada que ya no te creías tu ambición?
—Solo un lector bobo pudo creerme eso.

El único escritor de Madrid que sigue creyendo en la misma gloria literaria en la que creían Salustio, Virgilio, Horacio u Ovidio soy yo. El único que ha dicho desde el minuto uno que quiere poner un libro suyo en la biblioteca de los viejos maestros soy yo. En esta ciudad no hay más ejemplo de egoescritor con las velas abiertas que yo, no busquéis otro: todos los demás son humildes.