Autorretrato


ESTA QUE que veis desgarbada, sin percha ni hueso ni nada prominente salvo su pituitaria, que sostiene que su fealdad es una belleza “a la que aún no ha llegado su momento” y prepara una tragedia en la que Picia asesina a Esmeralda,

esta cuyas luchas casi únicas son las intestinas que mantiene en la asamblea de voces que es su cabeza, en la que no se respeta el turno de palabra, tan confusa que a veces se prohíbe hablar consigo misma para evitarse malentendidos,

esta que alardea de haber pintado 3217 graffitis en las paredes y cubos de basura de Madrid, y reta a la policía madrileña a que cambie sus agentes por otros del equipo jamaicano de atletismo, con el fin de que tengan alguna posibilidad en las persecuciones,

esta que se ve a sí misma rojísimamente ferocius, al modo de una Hipólita del aerosol o una Judith del rotulador permanente, como si sus frasecitas de miel de azúcar hubieran tumbado algún gobierno o fueran el insomnio del Ibex 35, 

esta que escribe con un tenedor de verdad y cuatro cucharas de mentira, siempre arrimada a su antena hiperbólica, con la que ha presentado una versión del amor muy parecida a caminar desnuda entre francotiradores por las calles de Beirut,

esta que mira con ojo fenicio a las mujeres tóxicas, a las que se acerca con la miserable idea de convertirlas en poemas, pues se le ha oído decir en las tertulias, con frío cinismo de esquimales, que “si una mujer no es capaz de hacerte daño, nunca se volverá inolvidable”,

esta que es sissy travesti y tan andrógina que, emplazada por algunas chicas a que demuestre con hechos las insinuaciones eróticas que les lanza por WhatsApp, a la hora de la verdad se da a la huida, dejando su masculinidad más cuestionada que la Sábana Santa,

esta que se ha hecho llamar Batania Neorrabioso y también Juan Cachicuerno, Joe Globetrotter, Victor Stromboli y El Burro Burrosqui, y aún retira la palabra a quienes no le llaman por su último nombre, como si fuera sencillo recordar cuál está en vigor durante la última semana,

esta que gusta de mirarse al espejo con sus propios ojos e insiste en ver a una reina donde los demás solo ven a una meteca, una loba solitaria donde los demás solo ven a una cordera asustada, y, puesta a reconocer defectos, solo se encuentra alguna “laguna” donde los demás le encuentran el Mar Caspio, 

esta que piensa que la “humildad” debe ser el nombre de alguna isla perdida del Pacífico, y mantiene su ambición tan a salvo de sus continuos fracasos que a su muerte necesitará un doble ataúd, uno para su cuerpo y otro para su ego,

esta que ve opresiones por todas partes y ha insultado y escupido a la familia, la amistad, la patria, la iglesia, la escuela, los partidos, los sindicatos y toda asociación cuyos miembros superen la cifra de uno,

con tanta coherencia que ha terminado recluida en el desierto perfecto de un piso de Carabanchel, con tres gatos y una soledad en su caso muy merecida, dedicada a masturbarse y peinar sus rencores,

esta es la que se hace llamar Vanessa
y también maricrónica.